Escribí para este libro un extenso epílogo —el cual tal vez podría compartir por este medio más adelante—, que de común acuerdo con el editor decidimos omitir para que la atención no se dispersara más allá de los hechos que narra la novela. En dicho texto hacía un repaso de la historia de la selección y daba cuenta de las dificultades que tuvo para organizarse y consolidarse debido a las diferencias que se tornaban en abiertas disputas entre las entidades que en uno u otro momento han manejado el fútbol colombiano.
La gran perjudicada fue siempre la selección: se dejó de asistir a campeonatos continentales varias veces, o se iba con equipos armados de manera improvisada que no terminaban de reflejar la realidad del balompié patrio. Apenas bien entrados los ochenta la selección dio un salto cualitativo y desarrolló un estilo, que se ha convertido en la identidad de nuestro fútbol. De todos modos, el suyo no ha sido un camino de rosas y se han dado muchos hechos que lamentar, entre los más trágicos, el asesinato de Andrés Escobar, entre los más preocupantes, la reciente eliminación al mundial de Qatar. Por esos días, leí el comentario a un titular de prensa que me parece que lo sintetiza todo: “La selección cafetera se empeñó tanto en no clasificarse que lo consiguió”.
Es difícil de entender que teniendo la calidad de jugadores que tenemos en estos momentos nos hayamos quedado por fuera. Algo se hizo muy mal. Y no hablo solo del equipo o el técnico, hablo de todos los entes relacionados con el fútbol, del periodismo deportivo, de los hinchas y de la misma sociedad colombiana. Tenemos la tendencia a pavonearnos con poco. Eso sí, para mí, la mayor responsabilidad recae en los directivos y una serie de desatinadas decisiones.
A raíz de la eliminación no he podido dejar de pensar que, a pesar del tiempo transcurrido —77 años—, entre la formación de esa primera selección y esta última, se siguen cometiendo errores similares que lastran nuestras posibilidades. Sé que suena a cliché, pero el que no conoce su historia está condenado a repetirla. Quizás sea esa la relevancia de este relato. Además de que tiene todo que ver con nuestra identidad, si no se identifican los fallos y se efectúan los ajustes correspondientes, nos seguiremos quedando rezagados. La inquietud que me queda es, ¿qué se debe transformar en nuestro fútbol para que evolucione y se consolide como uno de los más importantes de América?
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